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lunes, 2 de agosto de 2010

Gánate al público y…

“…Obtendrás tu libertad”, solía decirse a los gladiadores romanos antes de entrar a la arena. Esta premisa podría aplicarse a los deportistas de hoy en día. Pareciese que una vez que el nombre de un jugador es coreado por su público es suficiente para ser recordado por los años siguientes. Una tarde heroica ante un clásico rival, un gol magnífico o una maniobra impensada pueden hacer que la hinchada ruja al punto de hacer temblar los cimientos del estadio. Para ese entonces no hay vuelta atrás, esas imágenes han quedado grabadas en la retina del espectador. Cuando las vuelva a ver en algún resumen de aquellos que se ponen en el aire cuando no hay programación original, se emocionará como la primera vez por más que la adrenalina del resultado incierto no esté.
Sin embargo, en el fútbol actual no todos los ídolos son apreciados como deberían. Aquellos hombres que marcaron diferencias para que los clubes se elevaran hacia la gloria son desmerecidos por los dirigentes ante un deporte que cambia a un ritmo acelerado en lo que hace al juego y a lo económico. Los jóvenes se destacan rápidamente y, tarde o temprano, sientan en el banco de suplentes a las viejas glorias, a quienes les cuesta responder frente a un rival más allá de sus habilidades técnicas: un juego cada vez más físico, donde la velocidad y la resistencia son los desequilibrantes en partidos cerrados. Al mismo tiempo, los sponsors pelean fervientemente por tener la imagen de las nuevas figuras en sus productos y ejercen presión directa o indirectamente sobre los clubes que paralelamente se benefician por la creciente cotización de jugadores que les han costado monedas. Los símbolos de campañas inmortales buscan entonces continuidad en instituciones más pequeñas donde aún puedan demostrar lo que vale la experiencia.
En este contexto, Raúl González Blanco, quien tenía contrato de por vida con el Real Madrid, dijo adiós al Santiago Bernabéu, donde brilló con las únicas camisetas que vistió como profesional: la “merengue” y la del seleccionado español, antes de que Luis Aragonés lo retirara de él. Unas horas antes Guti también firmaba su desvinculación. Dos históricos decían adiós cansados de ver los encuentros desde las gradas.
En el fútbol nacional también se refleja este presente. Los dos grandes de nuestro país son claros ejemplos de los enfrentamientos de los dirigentes con sus figuras, al mismo tiempo que vuelcan sus expectativas deportivas y políticas en ellos. Boca y River, de distinta forma, juegan con sus referentes; un fenómeno que se ve desde algunas temporadas atrás.
El millonario está lejos de respaldar su apodo con su balance bancario, por lo que sus viejas figuras eligen terminar sus carreras en Europa antes de volver a Nuñez. Ni el Kaiser pudo, frente al fantasma de la promoción y la humillación eterna, cumplir sus promesas electorales de intentar revivir en estas estrellas el amor por la institución que los vio nacer . Ariel Ortega es el ídolo que volvió a cruzarse la banda y en quien se depositan las esperanzas cada semestre... hasta que recae en su adicción. Alejado en el pasado a Mendoza a un equipo del ascenso mientras realizaba un tratamiento de rehabilitación, regresó a Núñez para intentar recomponer su imagen. Aunque ilusiona cada tanto con esbozos de su calidad intacta, le cuesta encontrar regularidad y un director técnico que pueda sostenerlo cuando la posición en la tabla apremia.
El equipo xeneize del ´98 comandado por Carlos Bianchi es referencia perfecta para el tema. Sus victorias en el ámbito local e internacional fueron resonantes. Todo hincha puede repetir en cuestión de segundos gran parte del plantel, recordando al menos una hazaña de cada jugador. Algunos de los referentes de ese equipo perduraron durante la siguiente década y engrandecieron su figura mientras construían nuevos campeones. No obstante, no todos tuvieron el mejor final con la camiseta azul y oro. De hecho, salvo Riquelme, Palermo y Battaglia, todo el resto queda englobado en esa categoría. Córdoba nunca volvió a defender el arco boquense aunque fue tentado para volver y, luego, descartado por su avanzada edad. Serna y Bermúdez, los otros colombianos, sólo pisaron el césped en calidad de visitantes con las camisetas de Talleres y Newell´s, respectivamente. El Patrón lloró ante la ovación y esa noche fue la última con la casaca roja y negra. Arruabarrena corrió la misma suerte, pero fue a Tigre donde lo dirigió Diego Cagna. El capitán se retiró en Boca silenciosamente en 2005 al igual que Cascini, quien en 2003 había definido la serie de penales ante el Milán en Japón. Ibarra debió decir adiós en 2010 ante el fin de su vínculo y la negativa de una renovación. Hundido en cuestionamientos, el héroe de los penales, Abbondanzieri, se iba unos meses antes al Inter de Porto Alegre. Incluso el mismo técnico quedó en medio de la interna dirigencial y renunció a su cargo de manager aturdido por las críticas. Pero Guillermo Barros Schellotto es el exponente máximo del ídolo que, arrinconado por la situación, se marchó a la poco competitiva liga norteamericana. Guionista de los clásicos, rendidor en cada oportunidad que le era dada y animador de cualquier encuentro, el mellizo llegó a pedir jugar en reserva para tener ritmo de competición. Hasta en ese momento, logró que la gente llegase dos horas antes de un partido un miércoles por la tarde ante Tiro Federal para verlo desplegar sus mañas. “Sé que no me van a olvidar, yo tampoco a ustedes”, fueron sus últimas palabras con la 7 xeneize. Lo cierto es que el fútbol cambia, pero los ídolos no se manchan.



Por Juani

1 comentario:

  1. grande melli!

    "nunca te olvidaremos. los de river menos"

    jajajaj


    ídolo! aver cuando volves genio!


    ale

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